En Viernes Santo por la mañana cientos visitantes caen sobre Cieza. A los que posean sensibilidad nazarena y se conmuevan ante la belleza de los pasos, la primera visión de la Semana Santa ciezana les quedará grabada para siempre. Sin prisas, sin ataduras. No hay que preocuparse por el tiempo, sino vivirlo.

La Procesión del Penitente (siglo XVI) concentra como ninguna otra la grandiosidad de la Semana Santa ciezana. Probablemente ningún otro desfile escenifica con tanta brillantez la Pasión y Muerte de Cristo en una mañana de las que no se olvidan. Una emoción colectiva que refleja la llegada largamente esperada de un día tan esperado por los ciezanos.

El desfile procesional, revestido con los colores alegres de las doce cofradías y hermandades participantes, tiene sus momentos brillantes como la caracola de los populares “Armaos”, y otros más emotivos como la venerada imagen del Santísimo Cristo del Consuelo. Y es que cientos de nazarenos ponen el corazón en esta magna procesión que condensa riqueza artística, flor, orden y solemnidad.

El desfile está integrado por los pasos La Sentencia de Jesús, Nuestro Padre Jesús Nazareno, Tercio Romano del Santo Sepulcro, Encuentro de Jesús y María en la calle de la Amargura, La Caída, Santa Verónica, Jesús en el Calvario, Santísimo Cristo de la Expiración, La Lanzada, Santa María Magdalena, Santísimo Cristo del Consuelo y Santísima Virgen de los Dolores.

Todos con ansias de desfilar, cargar un trono, cumplir con una promesa. Y sin embargo, muchos ciezanos dicen que uno de los placeres de este día tan señalado es disfrutar de todo aquello que rodea esta expresión popular de fe. Y es que si algo se agradece después de una procesión es compartir el tiempo con familiares y amigos. Las posibilidades son infinitas.

Si pasear por calles y plazas del casco antiguo es adentrarse en la centenaria y sólida tradición de la Semana Santa en Cieza, visitar su recién remodelada casa museo es toparse, de golpe, con su historia. No muy lejos de allí, en la sede de la Cofradía de la Oración del Huerto y el Santo Sepulcro, se exhiben las tallas del imaginero ciezano Manuel Juan Carrillo.

Si de algo anda sobrada esta ciudad es de bares. Y es que uno de los placeres que a los ciezanos más les gusta hacer es el tapeo por los barras. Si de lo que se trata es dar una vuelta por los mejores establecimientos de la ciudad hay que tener en cuenta la amplia y variada lista de tapas. Resulta imposible salir un Viernes Santo a mediodía sin ir a saborearlas.

La oferta gastronómica se fundamenta en la riqueza huertana. Y es que los guisos y las tapas sin carne son los productos estrella: ensaladilla rusa, patatas asadas, ensalada murciana, hueva y mojama con almendras, tomate “partío” con olivas de Cieza, verduras a la plancha y habas tiernas con bacalao. El corolario del festín gastronómico que encierran las panaderías y confiterías lo pone el pan dormido.

 

Fuente: cieza.es

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